Un beso de estramonios y alhelíes,
tan dulce y a la vez veneno y nieve,
caliente flor o musgo sorprendido
por la herrumbrosa niebla del pasado;
un roce de amapolas y de plumas
que nutren con certero humo las sombras
postradas en los páramos desiertos
y estériles al sueño de centurias.
El tiempo irremediablemente arcano
es cáliz destinado al sacrificio
pomposo de los días sepultados
en cieno de nostalgias y embalajes.
Oh, dónde se perdieron las valijas
antiguas y olvidadas y el enigma
creado en el insomnio de lo obscuro.
A dónde recurrir, dónde, vencido,
saciar la sed de agua no llovida,
de eterna soledad sobre el alféizar.
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