Insisto en que deberías huir volando por el patio de los geranios sin mirar el cielo de las rosas. Luego podrías escribir algo en el patio de Homero, y buscar algún amor en el patio de la Pasión. Detente en el patio de Virgilio, y mira como la trémula luz del agua en un jarrón de barro reverbera la luna que se eleva con tus alas por este cielo. Recuerda que bajando el callejón te dije: mejor es que te vayas a volar con las garzas del lago de Pátzcuaro o acabarás tendido en el patio de los Callados. Cerraste tus alas llenas de frío mientras tu vendedor, desde su jaula negra, trataba de convencerme para que te llevara a mi patio lleno de pinos – ahí donde el espíritu se extravía en la ociosidad – sin saber que tú eres el maestro del presagio, el que nunca cesa de pensar.
Un gorrión en la casa de los once patios de Miguel Angel Zapata
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