(Xavier Miserachs)
El Paseo de Gracia en la nevada
de aquel invierno en que nos conocimos.
En primer plano, dándome la espalda,
se alejan transeúntes:
quizá soy yo este hombre del paraguas,
y tal vez la mujer con el gorrito
de lana seas tú. Al fondo,
todo se va borrando tras los copos,
que ponen este velo de neblina.
Debajo de los árboles parece
la nave de una blanca catedral.
Ahora estoy en la fotografía:
no se oye nada, hay coches aparcados
y sepultados hasta media rueda.
Cruzamos solos el Paseo helado,
entre los plátanos y los herrajes
negros, medio cubiertos por la nieve,
de una de las farolas de Gaudí.
Estamos dentro de aquel mismo invierno
en donde no sabíamos que el hacha
del frío ya esperaba para cuando
el porvenir no fuese nada más
que el amor de dos viejos a un fantasma.