A Rubén Bonifaz Nuño, en memoria de
los días que galopamos por los desiertos
allá lejos.
No viajaremos
a países de cabellera incandescente.
No partiremos,
no saldremos de la ciudad ululante.
Bajo los árboles vertiginosos del crepúsculo,
vestidos de viudos, hemos de vernos.
En las estepas de los gentíos
me verás, te veré, nos veremos.
Y alrededor de nosotros
los recuerdos de pico ensangrentado.
Las hélices amarillas del otoño
degollando pájaros inocentes.
Cierta tarde -cualquier tarde-
en una esquina nos desconoceremos.
Y por calles diferentes
a la vejez nos iremos.
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