El tiempo pasa por el río
tan dulcemente como fluye
el agua. Lleva al nadador
adolescente, enjuto, rojo,
que bajo el sol de los venados
come uvas. Las más doradas
avispas del día lo aturden
con zumbidos, destellos, brisas
rápidas. Cuando siente un aire
de luna, aléjase silbando
por la orilla.
Se reconoce
el extranjero en ese instante
de demorada luz y fresca
sombra y vaho entre las frutas.
Mas ya nada es suyo. verano,
uvas, río, todo concluye
con la noche que envuelve y borra
la juvenil cabeza rubia.
Por la ciudad natal en fiesta
desconocid0 cruza el hombre.
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