Cuando vi por última vez
los redondos ojos verdes y los largos cuerpos sinuosos
de los negros leopardos de la luna,
las brujas hurañas, señoras nobilísimas,
con todo y sus escobas y sus lágrimas,
sus coléricas lágrimas, se fueron.
Se perdieron los sacros centauros de los montes;
sólo me queda el amargado sol.
La heroica madre luna se perdió en el destierro;
tengo cincuenta años, y ahora
he de sufrir la timidez del sol.
Versión de Hernando Valencia Goelkel
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