Mujeres no tan viejas
como la erosión inmemorial de tus sillares,
Colegiata vieja;
mas sí tanto como las indefectibles viejas
acuclilladas en el escalón
de tu siempre ¿por qué? cerrada puerta.
Fuman a veces como fieras,
dando viabilidad de huída al humo
su sumida desdentadura
por la forzada desdentadura
de sus faltriqueras.
Agudo es el ángulo de sus rodillas
porque no estiran las piernas.
También su brazo se geometriza
doblando el codo y la muñeca;
está aquél muy al sur de la mano
que, plegada, sostiene el serio sur de la cal
Pueden escupir chanzas,
y la ofensiva gracia,
pero, eso sí,
siempre latirá en las viejas
la pesadumbre abisal de su pobreza.
«Quiero y no puedo».
(Parece que sólo pueden
las que por dinero
tienen ganado el cielo.
Y a veces pasan cerca.)