Virtud excelsa, tu perfume aspiro
en la voz de mi madre cariñosa,
y de mi sueño en el crespón te miro
tranquila sonreír, virgen preciosa.
De blanca veste y vaporosa falda,
fuente de inspiración, rico tesoro;
flor que mece en varilla de esmeralda
hojas de nácar y botón de oro.
Fuego sublime que el Señor mantiene,
te dio el cielo virtud, por atributo
la ciencia divinal: árbol que tiene
raíz amarga, pero dulce fruto.
Nosotros que a las aulas acudimos
en la plácida edad de la inocencia,
con afán empeñoso te pedimos
un destello de luz. Divina ciencia,
ciencia inmortal, maná del pensamiento,
hija de Dios, angélico preludio
del arpa de Sión, danos aliento
en la senda escabrosa del estudio.
Sea el estudio nuestra única esperanza;
amemos la virtud, niños aueridos,
que con ciencia y virtud el hombre alcanza
años preciosos de ventura henchidos.
Al estudio, delicia de los sabios,
consagrad lo mejor de vuestra vida,
y acercará la ciencia a vuestros labios
la copa del placer apetecida.
La ciencia, niños, nos dará renombre;
miremos el estudio con cariño,
porque la ciencia al niño vuelve hombre,
y la ignorancia al hombre vuelve niño.