Insistió.
La garganta en las verjas, las pendientes,
los flancos rosas del derrumbe,
el martillo del agua del envés,
la madera sellada en el balcón
de una larga clausura.
Quién sabe,
su soledad estaba plagada de refugios,
levitaba en la cola de la niebla,
rotaba aún
sin saber donde vuelven las corrientes.
Formábanse la sombra rota,
la pezuña del luto, el baúl, la maleza,
la piel sustituida.
Formábase lo repartido.
– Permiso, licença,
o rodopio do mar
dónde se olvida.
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