Fui con el otro que yo fui, con el primero,
con el que no sabía hacer las paces
nunca con su gran sed de saber más… Queríamos
ver otra vez el sol que apenas se veía,
juntos, el sol fuera de sí, sin miedo,
el humo de la tarde más lenta sobre el mar:
ver otra vez el sol que apenas se veía.
Y éramos dos ahora y con sentido,
hablando por hablar, a solas, discurriendo
por los caminos blancos del pasado,
blancos de luz ausente y dulce, ya de noche.
Vimos que el tiempo es todo lo que vemos,
que todo lo que vemos se parece,
y un bosque junto al mar no es solamente un bosque,
es música también –y casa propia,
y herida penetrante y muy espesa… Fuimos
los dos por los acantilados rojos
y secos del pasado, juntos, sin las promesas
de entonces, lentamente. Y recuerdo que estaba
todo en desorden como el primer día.
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