Y cierra
la puerta, vuelve
el rostro: mira al perro
por encima del hombro
izquierdo. Siente la punzada.
También ha sido
zarandeado por la noche, pero
pensando en ello nunca
se salva cosa. Vale
sólo luchar contra el caolín molido
de la esperanza, una
y otra vez sacar brillo al mismo objeto,
roer el mismo juguete.
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