Y hoy va sin testamento, sin lección, se figura,
ebrio tal vez, que va dispuesto a darse,
ahora sí, para siempre;
a entregarse jurando:
nunca mds, no y no. Pero ¿qué hizo?
Quizá esa misma tarde
alguien había contado, ¿para él? , cómo un día
arrojó (poco importa
la causa) el cigarrillo
con rabia al aire. Pero van ustedes
a pensar que les miento, demoraba
su final apurando
su anís, dio no se cuántas
vueltas y luego ¡zas!
cayó de pie, idepie! Las probabilidades…
proseguía en el tono
de quien quiere decir: sólo yo he sido
el elegido del milagro. ¿Qué
pudo, o en qué prodigio
comparable siquiera fundó él su privilegio,
qué dejadez ganó?
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