Y los preceptos se desordenaban en nuestra boca
para que el número no tuviese lugar,
Y allanaba las noches nuestra lengua (entrenada)
para estorbar la falsedad del número.
Pero fue condenado y orecido,
tasado en el quiosco de las anchas maneras,
visitado y mentido nuestro idioma.
Y la duda se interpuso entre nosotros como la certeza
se interpone entre los esposos.
Mas si hubiera ganado su secreto
la palabra esperada habría salido limpia
contra toda angostura. Habría sido
mudo reparto y sido
reparación. Habría
hecho de ese momento un canto de partir:
eso fue lo siguiente que perdimos.
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