¡Y tú que eres el que temes. Tú el que juras
un día de fracaso, que no avanzas!…
Tú el que te desesperas, cuando alcanzas
el límite fatal en que maduras.
Tú quien desdeña a veces las más puras
virtudes de su ser: tus alabanzas
Tú que cantando alumbras esperanzas
en pechos de difíciles ternuras…
Cálmate amigo, amansa la tristeza,
y vuelve a repasarte cual el día
sencillo, con sus noches y mañanas.
Porque tu verso acerca a la belleza;
tu canto al ser, y el alma en tu armonía
comprende la razón de las campanas.
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