Te celo de las niñas imposibles,
rostros de brasa y lágrimas de nieve.
Me encuentras a tu madre parecida,
y de razón mudable cuando llueve.
Te quiero y tú me quieres, mas no basta,
ni esta promesa de quererse siempre.
Mi amor lleva mi letra simple y triste.
El tuyo es una carta que se enciende.
A veces miras sin notar el cielo
y dices, por ejemplo, que me quieres.
Yo juego a que estoy muerta y me distraigo
mirando cómo el pasto se oscurece.
Y por amarme y por besarme tanto,
y por morderte y luego por lamerte,
cayó el adiós, cayó después la lluvia,
en esta última tarde de diciembre.
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