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Yo te he querido bien. Nunca lo sabrá el polvo
de tu cuerpo,
ni tu cama desolada, sin noche entera.
-Tampoco sabe el hielo si la montaña siente,
cuando le oculta las nubes
una rama de tierra muerta-.
Yo amo como en un sueño perdido.
Me agrada sentirme vivir;
mi cuerpo es torpe porque llevo el pensamiento lejano,
y la soledad rodea mis latidos
con su calor sin mejillas.
Hoy es día de mi cumpleaños, y deseo estar todo para ti
-como si estuviera muerto –
lejos del otro mundo, sin azul, sin hombres que metan sus palabras
en mi cuerpo distraído.
Tal vez ya no te acuerdes de mí. Qué importa.
El recuerdo es igual a una llovizna
sobre un largo acueducto.
El viento del Otoño mueve las hojas de los árboles
y el frío abre sus manos en una pampa de ceniza.
Yo quisiera estar en el campo junto a un río,
o al lado de un amigo verdadero,
porque estoy melancólico.
Mi corazón desearía quedar dentro de tu pecho.
¡Quién entiende el amor
sin un lirio morado entre las cejas,
sin un bronce húmedo apretado en el cuello!