Por la noche, cansado de aprender
tantas cosas inútiles, te pierdes
en cualquier paraíso artificial.
Alguien te pide fuego con los ojos.
Lo fijo y lo volátil de la carne.
Apura de su ser la negritud.
No has de temer que lleguen esas noches
en que nada merece ser vivido.
Para tenerlo nuevamente, escribe
de un ser entre Ganímedes y Venus.
Y, en tus versos, corónalo de rosas
y de violetas, porque es ella y él.
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