A la piña de Manuel de Zequeira Arango

Del seno fértil de la Madre Vesta
en actitud erguida se levanta
la airosa piña de esplendor vestida,
llena de ricas galas.

Desde que nace, liberal Pomona
con la muy verde túnica la ampara,
hasta que Ceres borda su vestido
con estrellas doradas.

Aun antes de existir, su augusta madre
el vegetal imperio le prepara,
y por regio blasón la gran diadema
la ciñe de esmeraldas.

Como suele gentil alguna ninfa
que allá entre sus domésticas resalta;
el pomposo penacho que la cubre
brilla entre frutas varias.

Es su presencia honor de los jardines,
y obelisco rural que se levanta
en el florido templo de Amaltea,
para ilustrar sus aras.

Los olorosos jugos de las flores,
las esencias, los bálsamos de Arabia,
y todos los aromas, la Natura
congela en sus entrañas.

A nuestros campos desde el sacro olimpo,
el copero de Júpiter se lanza;
y con la fruta vuelve que los dioses
para el festín aguardan.

En la empírea mansión fue recibida
con júbilo común y, al despojarla
de su real vestidura, el firmamento
perfumó con el ámbar.

En la sagrada copa la ambrosía
su mérito perdió, y con la fragancia
del dulce zumo del sorbete indiano
los Númenes se inflaman.

Después que lo libró el divino Orfeo,
al compás e la lira bien templada,
hinchendo con su música el empireo
cantó sus alabanzas.

la madre Venus, cuando el labio rojo
su néctar aplicó, quedó embriagada
de lúbrico placer, y en voz festiva
a Ganímedes llama.

«La piña, dijo, la fragante piña,
en mis pensiles sea cultivada
por mano de mis ninfas, sí, que con
su bálsamo en Idalia.’

¡Salve, suelo feliz donde prodiga
Madre Naturaleza en abundancia
la odorífera planta fumigable!
¡Salve feliz Habana!

La bella flor ent u región ardiente
recogiendo odoríferas sustancias,
templa de Cáncer el calor estiva
con las frescas Ananas.

Coronada de flor la primavera,
el rico otoño, y las benignas auras
en mil trinados y festivos coros
su mérito proclaman.

Todos los dones, las delicias todas
que la Natura en sus talleres labra,
en el meloso néctar de la piña
se ven recopiladas.

¡Salve divino fruto!, y con el óleo
de su esencia mis labios embalsama:
haz que mi musa de tu elogio digna
publique tu fragancia.

Así el clemente, el poderoso Jove
jamás permita que de nube parda
veloz centella que tronando vibra,
sobre tu copa caiga.

Así en tu rededor jamás Belona
tiña los campos con la sangre humana,
ni algún tirano asolador derribe
tu trono con su espada.

Así el céfiro blando en tu contorno
jamás se canse de batir sus alas,
de ti apartando el corruptor insecto
y el aquilón que brama.

Y así la aurora con divino aliento
brotando perlas que en su seno cuaja,
conserve tu esplendor, para que seas
la pompa de mi Patria.

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