Aprendí a conocer a la inconstancia
y a alargar el instante que me daba,
fui viviendo a medida que llegaba
el tiempo en el reloj: mágica instancia.
Tiempo de arena. Tiempo detenido
en mi mano alfarera que soñaba
aprisionar al viento que flotaba
sobre mi piel, en beso convertido.
Abrí los ojos. Era un nuevo día,
a lo lejos el viento se mecía
en la barca de un tiempo sin frontera.
Ha de volver un día a mi ventana,
la tarde lo traerá, tal vez mañana,
suspendido en el hilo de mi espera.
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