A veces,
cuando atardece el cielo en primavera
surge como un sobrecogido y mágico
clarinazo en todo el barrio
rasgando la alegría prisionera.
Es que el seno de las barcas
llegó pleno, fúlgido de coletazos
y boqueadas agónicamente ávidas.
(En las calles
reinaba aún el vacío de la espera.
El vasto vocerío enmudecía
y sólo los niños en sus juegos
modelaban su inconsciente voz de fresa.
Era la amada hora de la precena.)
Los hombres que descansen o que beban.
Las mujeres…
Un oloroso, cocineril humo
vaharadas de peces fritos
brisea por las ventanas
o se comba denso fuera de las chimeneas.
Cuando se vaya hoy
el liviano sol que alivia penas,
la noche remunerada de las personas
será una hoguera.
A veces, en primavera…
Añadir un comentario