Sentado escucho el tiempo y sus rigores
pasar. La ausencia no se llama espera.
Aquel que espera el tiempo pasa y fluye
borracho de relojes y de miedos.
Es una enfermedad inconfesable
el irse acostumbrando a la renuncia,
besar el vaso estéril del consuelo
en las tabernas turbias del olvido.
Es bella la derrota si aceptada
permite al derrotado reponerse
de los fantasmas vanos del fracaso.
Al cabo de los días soy la herencia
del tiempo que he perdido persiguiendo,
del tiempo que he ganado contemplando.
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