Al ver vuestra belleza, oh amor mío,
de mis ojos dulcísimo sustento,
tan elevado está mi pensamiento
que conozco ya el cielo en vuestro brío.
Y tanto de la tierra me desvío
que nada estimo en vuestro acatamiento,
y absorto al contemplar vuestro portento
enmudezco, mi bien, y desvarío.
Mirándonos, Señora, me confundo,
pues todo el que contempla vuestro hechizo
decir no puede vuestras gracias bellas.
Porque hermosura tanta en vos ve el mundo
que no le asombra el ver que quien os hizo
es el autor del cielo y las estrellas.
Versión de Alejandro Araoz Fraser
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