De madrugada es cuando el borracho
cruza su vaivén en la calle pina
con el adormilado marinero
que va en busca del alba y la sardina.
Alba que irremediablemente llega
—ya cobre de sol ya tristura gris—,
desperezando suave al nuevo día
—nodriza de las dudas del vivir—.
No tan indefectible es el pez que
ansia el marinero desvelado,
pez en plural, pez agónico en el
aire que lo ve renacer atado
a una muerte de mil rebrillos húmedos
apagando su vida en los espasmos.
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