Si tuve en los caminos insensato
afán de regresar, y si del viaje
no me quedó sino el amable dato
de algún humilde ocasional paraje;
si el mar me dio tan sólo el inmediato
goce de la canción de su oleaje,
montaña, cielo y mar en su arrebato
me enseñaron su pítico lenguaje.
Mi aprendizaje fue harto sencillo,
de ciego que no urgió de lazarillo;
cuanto buscaba en mí mismo escondía;
para cumbres y mar mi desencanto,
para caminos mi melancolía,
¡que todo regresaba, en mí, a mi llanto!
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