(Oración gnóstica para las postrimerías)
Sólo roza mis labios el extremo del ala
de aquél ángel terrible que fue mi compañero.
Privilegio del légamo: ahora sé lo que espero
de la rosa que muere, de la sal que desala.
Por mi pecho y mi vientre garra suave resbala
hacia el sexo aterido, y de un golpe certero
desbarata la dulce trabazón. Por entero
desmenuza en la sombra la materia que tala.
Basílides, Marción, blasfemos pertinaces
que pusisteis la nada por cimiento del mundo
y al abismo arrancasteis -Valentín- la palabra.
Ángel de la carroña, que a zarpazos deshaces
la rotunda bandera del amor moribundo.
Rogad por mí al divino aguijón que me labra.
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