ni cuándo las noches son
Romancero
Hubo bandadas de pájaros,
las hubo
y alborotaron los aleros.
Pero una pátina de arena y niebla,
de polvo amarillo,
cenizas y hojas de vacío
fue cayendo
como una tormenta silenciosa de fósiles
sobre esta isla sin faro y sin hogueras.
Hubo bandadas de pájaros,
las hubo
mientras lo permitió la luz,
antes de la ceguera,
mucho antes
de que nos vaciaran los ojos
las manillas heladas de los relojes.
Hubo bandadas de pájaros
-las hubo-
que huyeron abatidos
del desierto sembrado
de estatuas en ruinas
adonde llega tan sólo
un colibrí solitario,
también ciego y errante,
a libar
no sé que néctar amargo
de los ojos vacíos de las piedras.
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