Con el otoño perdidas
son las claras y lucidas
alboradas,
y las flores del estío
yacen en el valle umbrío,
deshojadas.
De los árboles desnudos
la vestidura luciente
primorosa,
ya de aquilones sañudos
arrebata la corriente
presurosa.
Al melancólico suelo
ya la lumbre del sol bella
no aparece:
lleno de sombras el cielo,
en las noches ni una estrella
resplandece.
Ya la lluvia se derrama
entre la amarilla grama
y acrecienta,
la desolada tristura
que en la desierta llanura
se presenta.
El campo tristeza ofrece
y la ciudad enfadosa
tedio inspira:
tú mis horas embellece,
compañera deliciosa,
blanda lira.
Otros busquen en buen hora
la dicha de sus amores
ponderada:
¡Tú con risa encantadora
me darás dichas mayores y
retirada!
Otros oigan extasiados
acentos enamorados,
¡lira mía!
sólo a mí tu canto grave
o tu murmurio suave
me extasía.