Carmen de la eterna vida de Eugenio de Nora

Miraba yo las rosas penando de alegría,
solas entre mis manos, atónitas, perdidas.

Miraba antes las rosas. Quería tener, tenerlas.
Quería querer. Quería. Mas la forma no sueña.

Yo canté entre los chopos. Y contra el sol poniente
vi florecer los ramos de luz dorada y verde.

Y besé el agua, el cielo. Me trasfundí, fui todo.
Pero en la cima, siempre, sentí que estaba solo.

( Queremos lo infinito. Nos duele lo que escapa,
aunque entre luz y rosas sintamos fluir el alma.

Sólo es cual si cesara la corriente del tiempo
con otro tiempo humano. Tú y yo, remanso eterno. )

Felicidad contigo. Nos viven y sustentan
en lo hondo de la noche las eternas estrellas.

¡Felicidad! Tendremos, alba de cada día,
nuestro infinito en rosas desnudas. Nuestra vida.

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