Inútilmente, ¡oh manos!
removéis bajo el polvo:
la ciudad está muerta.
Sobre el Naviglio
todos oyeron el zumbar siniestro.
El ruiseñor en cuyo arpegio
se anunciaba el tramonto
cayó desde la antena del convento.
A qué buscar el pozo
si ya no tienen sed los vivos…
A qué palpar sus cuerpos
hinchados y rojizos:
dejadlos en su suelo;
dejadlos en su sitio,
que la ciudad ha muerto…
Versión de Carlos López Narváez
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