CRECE EL VIENTO entre las aspas del insomnio, explaya sus tentáculos sin lumbre en la memoria; cuándo han dejado anochecer los versos, que ha tiempo no rozan esta puerta. De algo ha de vivirse, así sea la incomprensión de los vocablos, su estirpe malhadada en unas cuantas líneas rutilantes que se pierden en los ojos, allí, donde se agolpan las imágenes que no vislumbraremos. No dije lo anterior o, por lo menos, no se escuchaba así dentro del cráneo. Que cada quien guarde su muro, que cada quien lo ensucie y lo repinte; así dispuso Artaud pero era tarde. Tampoco he dicho esto, es sólo que era peor no musitarlo. Muerde el alba pringosa estas cortinas. Hermosa es la tragedia del que escribe, del que acecha una línea falaz de oscuridades.
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