En la pelvis de la noche
reposa el poema.
La oscuridad es un cuerpo
restirado,
un cataplasma de tequila
donde bebo
los componentes de la euforia
detonante.
Levanto a nivel de la pupila
el trompo de la alucinación,
octaedro de imágenes ficticias
contoneándose sobre la barra.
En la taberna de los pensamientos
armada por el ansia de relajo
improviso un mural entre la turba
con la reciedumbre del deseo.
Me engaña la humareda
de los andamios que ofuscan,
y entonando una cantinela
tras de un espectro salgo.
Sobre el vaivén del mar etílico
me apoyo en barandales de neón.
Camino de Damasco
me infracciona un candelabro.
Añadir un comentario