Te adivino tendida
bajo la leve túnica
de aroma que te cubre,
mientras el sueño mide
el espacio profundo
que hay del párpado al alma.
Respiración y nieve
hacen bajo el perfume
invisibles colinas;
la oscuridad me llena,
la ansiedad de tus formas:
montes de lilas pálidas,
desmayadas palomas.
Trino de amanecer,
sombra de arbusto fresco,
eres nueva en mis manos
sólo por el milagro
del mundo en las tinieblas.
¡Qué rosas de tu cuerpo
florecen al hallazgo
múltiple de mis dedos!
Te palpo y eres mía
y mis manos son cestas
para el fruto del tacto
maduro ya, en la rama
trémula del deseo.
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