Am schiffbauerdamm
Berlín mi capital destartalada.
Tú mi amante, aristócrata sublime,
tú la del pan pringao, la de los ojos hondos
y las medias negras con sensacionales agujeros.
Costras de tiempo se agrietan en las calles
Públicamente desiertas.
El cielo de Berlín cuesta, amor mío
tanto trabajo
cuando reposan las gaviotas
y tú faltas.
* * *
Amores imaginarios
1
Hemos venido para festejar.
La fiesta de dos cuerpos y una sombra.
Dos cuerpos desgarrados por raíces
y la savia amarga de tu vulva dulce
bautiza mi traición.
2
Tu voz está aquí, pero tú no estás aquí.
Están tus ojos, pero tú no estás.
Tu cuerpo está, tú no.
Como un árbol arrancado,
como una oreja arrancada,
como un barquito tallado en corteza de pino
que se pierde en el arroyo de la infancia.
3
Increíble azar
de una moneda no trucada
que cayese sobre la misma cara siempre
pero vivir es eso.
Inspiración crear un código
y expiración quebrarlo. No sigas arrojando esa moneda.
Anochece a las cuatro de la tarde
el cielo desmiente a todos los espejos
y sé que te he perdido.
* * *
Citas
Una vez llegaste tan pronto
que no había flor que no fuese semilla
mano que no fuese garra
ni amor nocturno que el sol no descubriese
en los cines de barrio o en los parques.
Otra vez llegaste tan tarde
que el prólogo ya estaba en el epílogo
un pinzón cantaba a medianoche
las castañas asadas sabían a sobresalto
de muchachitas muertas.
A veces llegabas cabalgando una tormenta
y te asombrabas de encontrarnos empapados.
A veces custodiada por un tigre
y te ofendías mortalmente si yo le daba la mano
sin quitarme los guantes.
A veces llegabas desde detrás del tiempo
me tapabas los ojos
y yo tenía que adivinar
si el beso o la agonía
la entrega o cuántos surcos
arados en tu cuerpo por estaciones de un año
donde ya no había plaza para mí.
Hoy te estoy esperando en el momento justo.
En el fruto maduro. En la frente del día.
En una espuma que equidista de la rosa y del cenit.
Amor mío
no tardes.
* * *
Figuración de ti
«Te amo. Pero ya no sé
lo que es eso, un amor»
Heiner Müller
La eternidad dura unos tres años, de los diecisiete a los veinte
aproximadamente.
Tiene el espesor agrio de una lámina de vino tinto.
Tiene la consistencia de tus muslos de estío bajo la falda tenue y
larguísima que nunca te levantaré.
La eternidad. Un lugar sin sabiduría y anterior nostalgia de ella.
Hay luz filtrada por ramas de un verde restallante en el Parque
del Buen Retiro, luz adolescente que se quiebra inverosímilmente
sobre tu blusa.
Casi me da pudor decir que sólo te acaricio los pechos una vez.
Frescas ensoñaciones interminables en el jardín de la torpeza.
Las puertas sí que son algo irreversible: duros núcleos expectantes
aristas insomnes, una condensación exagerada de tragedia.
Pero la memoria ha desaprendido el llanto de manera radical.
Me besas tú por primera vez, en un teatro donde no hay otra cosa
-espectadores incluidos, desde luego- que terciopelo rojo.
Para besar tienes que sumergirte. (Yo no lo comprendo.)
Una banda negra alrededor de tu cuello. En esa tibia frontera sí
que podría abrevar el crepúsculo. En lugar de eso se te echa en
el regazo y, como si nunca hubiera hecho otra cosa, no para un
instante de ronronear.
Creo que puedo enseñarte algo y me engaño. Crees que puedes
enseñarme algo y te engañas.
Celos atroces, obscenos, inconfesables, de los chicos del laboratorio
de fotografía.
Para lograr conciliar el sueño tengo que masturbamte (de fijo más de
mil veces) pensando en ti.
La eternidad se adensa en la sala del Cinestudio Griffith de San Pol de Mar.
La eternidad no acaba de tomarme en serio.
Hace bien en no hacerlo.
* * *
He soñado con ella esta noche
«La amistad danza en torno a la Tierra y,
como un heraldo, nos anuncia a todos que
despertamos para la felicidad.»
Epicuro.
1
Invención del cuerpo,
abolición
del cuerpo.
Deseo.
2
Las arañas dulces
de la fatiga
sólo cuando he llegado hasta tu vientre.
La pregunta se extingue.
3
Huésped de un sueño, amante,
amazona de gracia y abandono.
Lunar la mano o beso
cauteriza la ausencia.
4
Así un día encuentro -y es gozo en duración-
que la mejor expresión de aquel amor
tan buen acompañante de mi vida
se da en esta cálida, precaria, nocturna frase del oboe.
5
Inútil para el rencor.
Cada beso abre
una boca en la piel:
la vida a borbotones.
6
De la carne no la resurrección:
La insurrección. Contigo
hasta el fondo del sueño
y desfondarlo.
* * *
Los primeros poemas de amor
1
En ellos uno escoge
casi arbitrariamente un objeto
cálido, apetecible, curvilíneo
para fantasear sobre él
(a veces
ni siquiera es preciso el objeto:
impenetrables los caminos de Narciso).
No se habla del otro: se habla
de la propia ansia
del propio miedo
del propio dolor.
Autoindulgente campanero de cristal
echando la vida al vuelo.
Más adelante se aprende, poco a poco
a menudo con crujir de dientes
y gustosas angustias
y estrujones de corazón, la enorme
distancia que separa un cuerpo de otro
cómo a veces se salva en un instante
cuán radicalmente
es cada ser humano un infinito.
Se llega a estar ante el otro
como ante una patria remota.
Dicho sea de paso
lo antedicho no solamente ocurre
con los poemas de amor.
2
He regresado a casa llevándote en los labios
asediado en mi gozo por tus dedos de nata
He regresado a casa con tu calma en los brazos
atropellándome algo en las lindes del pecho
Herido por la lluvia he regresado a casa
he perdido mi sangre y he ganado la tuya
He regresado a casa con acrobacia fácil
atónito del largo azar de tu caricia
He regresado a casa con tu cuerpo en los dedos
me he cortado los brazos y tu cuerpo persiste
afirmando en el tacto su trabazón de dicha
Qué dulce riesgo ser ladrón de tu cintura
He regresado a casa en este país cálcico
donde en los huesos crecen delgadas llamas negras
He regresado a casa y me he echado en la cama
con un alba asesina que me roba los párpados
He regresado a casa sin regresar ausente
y hasta el oxígeno dice la magia de tu risa
He regresado a casa desnudo por el aire
Es más frágil el pecho que el hálito que alberga
He nacido esta noche del collar de tu abrazo.
(1979)
* * *
Toco el mundo solamente en tu piel (fragmento)
1
Está aquí. Arráncate
la piel para asomarte
al río más profundo.
Hermosa, hermosa, hermosa, engalanada
solamente con su fugacidad.
Toda la luz del mundo
excava esta caricia,
revienta en este fruto.
2
Pero mis ojos engendran
en tu piel. Mis ojos escriben semillas
sobre la luz de tu cuerpo.
En este mundo hay demasiada muerte
para que durmamos
en lechos distintos.
Mirarte es un retorno interminable.
4
Ven. Acércate hasta que tus fértiles pestañas
me rocen la mejilla. Entra despacio
con la lengua en mi boca, dame
de beber de tu saliva, aplácame
la explosión de los labios con los dedos.
Ven. Tú estás hecha para mis ojos y mis manos,
igual que yo estoy hecho
para el vértigo de tus manos y tus ojos.
amor, qué sinsentido hablar de la verdad
lejos de tu piel o fuera de tu aliento.
6
Un torrente de tiempo o un remanso
debajo de la piel.
Angustia parsimoniosamente respirando
entre cuatro paredes.
Al besarte, entreabierto, siempre
un fulgurante panal de intimidad.
Y la oscura herida fascinante
de tu sangre menstrual
rememora la promesa de las estaciones.
7
Tu testarudez,
que te vuelve inmune al soborno.
Tu impaciencia,
que te hace tan difícil resignarte.
Tu risa a destiempo
abriendo ventanas y cerrando heridas
en el espeso tiempo del horror.
Tu sensualidad, alimentada
por una nube igual que por un beso.
Tu inconstancia
incompatible con la mentira y con el dogma.
Tu imprevisibilidad,
palabra con que calumnio
una libertad más ágil que mis sueños.
Tu puerilidad
por la inocencia imposible y verdadera
que te brilla en los ojos.
Debajo de este roble de la Holteistrasse
amo
todos tus vicios.
8
Al besarme en la boca me entregas un aliento
que viene de tu madre
y de la madre de ésta
y de la madre de ésta
y la cadena carnal se pierde hacia el origen
del amor y del pánico.
Ese aliento
lo ignoran a veces hasta los pulmones
por no hablar de tú y yo
Me desgarra los labios
la dulzura acre de la libertad.
9
Una vinculación. Amo los cuerpos
donde el sudor y el tiempo echan raíces,
la oscura explosión carnal del compasivo,
el doloroso golpe en los riñones
de la fraternidad. Te amo
vinculada, apegada a tu sangre,
solidaria en los fuertes tendones de tu cuello,
vertical en la tierra como un árbol
cuyo peso fuese ya meditación.
Amo los cuerpos
donde el sudor y el tiempo echan raíces.
10
Apoyo la boca
contra la boca que es tu sexo y grito
porque la soledad de multitudes
de repente es mi cuerpo.
Y hoy que podría jugarme a cara o cruz
una moneda con el mismo sol,
hoy que un otoño orgulloso pastoreaba robles,
hoy que se amaban sirenas y campanas
-hoy acaso tampoco voy a ser capaz
de besarte en los labios tierra arada, musgo,
espuma marina, cobre, potros desbocados
y los labios unánimes de todas las mujeres.
Mas no te debo menos ni me debo yo menos.
12
Solamente por ti
he tropezado mil veces con hogueras
duras como el cristal de la memoria,
me he enredado en ovillos que eran selvas sañudas,
he robado su infancia a los imanes.
He luchado con mirlos por un grano.
He remontado fluviales corazones.
Por ti he dudado del sol y de mi historia,
he olvidado quien no soy,
he crecido más alto que mi sombra,
he tallado bondad sin consecuencias.
Por ti que vales mucho más que yo
y que no vales siquiera
una hoja de olivo.
19
Sin ti puedo escribir versos.
sin ti puedo pasear. Puedo
recoger hojas secas. Puedo leer.
sin ti puedo admirar un crepúsculo prusiano
que me recordará la Sierra
de guadarrama y puedo cocinar,
eso sí, con pocas especias.
Sin ti no puedo respirar un segundo.
Sin ti la sangre en las venas
es aterida pasta de silencio.
Sin ti la luz se pudre.
Sin ti no hay mundo.
23
«Soledad tengo de ti,
tierra donde yo nací.»
Gil Vicente
Soledad tengo de ti.
Te amo en un mundo
donde el tormento nutre.
En los versos se clavan
astillas, sólo astillas:
atisbos de una vida
más profunda, más lenta,
más amarga, más limpia.
soledad tengo de ti,
amor, desde que nací.
soledad
tengo de ti.
28
Con un beso desprendes
mis párpados de ceniza.
El oro de tu piel
desnuda.
Tu cuerpo es el centro de este valle
Este valle es el centro de tu cuerpo.
29
Entre tu vientre y tus senos
beso la incandescencia del mundo.
Obrero en las mejillas,
temblor de rodillas duras,
rico en retornos.
No hay retroceso posible
después de haberte amado.
30
Cuando el rompecabezas del amor está completo
me encuentro con que no obstante
ha sobrado un montón de piezas.
Y de tanta alegría tengo
que besarte en los hombros.
* * *
Un amor viejo como un recién nacido
Tuve un amor. Hace tantos siglos de eso.
Venía cuando ya era noche cerrada y marchaba antes del alba.
El viento rosado del amanecer, decía, de seguro le quemaría las
lágrimas.
Cuando pienso en ella echo de menos la capacidad de segregar
un esqueleto externo en las circunstancias en que el interno se
derrumba. Una reserva de quitina para suplir las carencias del
calcio.
Ella venía lastrada por milenios de dominio, de vejación, de tormento,
y al mismo tiempo sus pasos eran indeciblemente ligeros.
El poder ascensional de su risa me asombra aún hoy.
Me regalaba tarros de miel furtiva, caramelos color de ámbar
con un insecto dentro, ineficaces sortilegios para detener
los relojes, serenidad destilada en la contemplación de árboles
de diversos colores, me regalaba promesas, promesas a regañadientes,
muchas laboriosas y fugaces promesas.
Con ella era imposible establecer las reglas de respetuoso trato
que los seres humanos pactan para evitar despedazarse. Nos
amábamos y nos heríamos con pasión pareja.
La tentación de la vida vegetal. La purificación de las pasiones,
hasta que la sangre se transforma en savia. La inocencia de la
fotosíntesis frente al trabajo del carnicero.
Ella añoraba la época en que cabalgaba una yegua blanca por
entre bosques inmediatos, las teas asombrosas del otoño. Yo no
podía ofrecerle nada equivalente.
Me enjabonaba el cuerpo de arriba abajo, demorándose en el
sexo, y yo hacía lo mismo con ella. Nos lavábamos los dientes a
la vez, mirándonos a los ojos en el espejo. Hasta que un día ella
apartó la mirada.
Tuve un amor, un amor viejo como un recién nacido, un amor
intacto después de tantos siglos.