De «La esperanza violenta» de Jorge Riechmann

Ausencia de la amiga en Zamora

Enmudece mi cuerpo sin tu cuerpo.
Mi soledad se confunde si la tuya
no la limita o apremia o acaricia,
si el brocal de tu vientre
no convoca frescura, si la noche
está tan huera de ecos.

Dulce, dulce es el nombre que esta aurora
inventaré para ti, lejana mía.

* * *

El vestido más hermoso

El mejor vestido para mi cuerpo
es tu cuerpo desnudo.
el mejor vestido para tu cuerpo
es mi cuerpo desnudo.

Vestido así,
no tengo ganas de desnudarme
nunca.

* * *

La amante (2)

En la dignidad de una alcoba desnuda
quiero poseerte.

Ni una planta siquiera,
porque en ese instante somos del desierto.
Barrancos amordazados, alquileres imprecisos.

El verano en el frescor extraviado de tus brazos.
La delicia de no comprenderte
durante un instante. Cómo podría alejarme.

Y hay de repente
algo abrupto en tus manos, y te amo.

2
La voz parece arraigar en los pulmones.
Recorro sus raíces en el interior de tu sexo.
Te beso los labios
del rostro y de la vulva.
Me tiendo sobre ti para no oír tu voz
desde la boca, sino para sentirla
en los más hondo de tu cuerpo.
Déjame levantar el triunfo de tu hálito
por encima de los tejados de la ciudad.

Te amo porque en ti
todo tiene palabra

y en su frontera

y en la frontera el silencio
ungido, terrible, manantial.

* * *

La partida

Última noche en la ciudad sin lejanía.

Plenitud del misterio.
Absuelta de la duda,
agua aún quieta en las fuentes
soñando el retiro de lo hondo, lo azul
inefablemente dulce, la palabra de la noche.
Desperté a la luz que dormía
y la extendí sobre la amante.
(Cómo asir
el don precioso e incierto de la aurora,
a la fiel mano blanca
cómo dejarla marchar.)
Sacudí el sueño afiebrado del aire,
dispuse los primeros caminos y los últimos,
besé los cimientos del fuego:

y el viaje abrió su largo corazón de vigilia.

* * *

La tersura de la enamorada

Velar frente a tu cuerpo no como frente a un espejo:
como frente a una puerta.

Noche ventral iluminada por tu cuerpo. No sé acabar las frases
que comienzas tú.

Recorro el estupor de las avenidas de tu cuerpo. Poseer es un
acto de debilidad.

Tu sexo como una boca nocturna abierta contra mi piel, por la
que inhalas y exhalas el oxígeno de los sueños.
Déjame abrazarte antes de la desecación de la noche.

Noche ventral iluminada por tu cuerpo.

Agua sólo quiero de tus labios de musgo. Luna, de tus pechos.

Tu cuerpo, vértice de existencia donde se cortan el tiempo y el
deseo. La certidumbre tangible -acariciable- de poder no olvidar.

En cuántas noches de soledad, aún por venir, podré arrebujarme
en la película de calor que hoy he robado nupcialmente a tu cuerpo.

Noche ventral iluminada por tu cuerpo.

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