La felicidad- me dijeron-
es asunto de poetas ebrios.
Útiles solo para cabalgar la luna
con todo y sus acólitos nocturnos.
Escóndete tras la puerta me dijeron.
No cruces la línea que separa al ahorcado
de su mediodía.
Huye del espejo y sus engaños
únete más bien a una legión de imágenes
promotoras de la ausencia.
Trágate tu amor al prójimo
y sus dinosaurios descalzos.
Esas utopías ya no las compra nadie.
Si descubres un vuelo de monarcas coloridas
dales la espalda
no escuches su caricia en el aire
y el escándalo de sus alas encendidas.
Podrías no recuperarte.
Ama la sombra y sigue sus instrucciones
protégete en su círculo de las tentaciones
que la luz produce
Súmate a la sagrada ley de lo que no se mueve
eso es lo que perdura.
Todo esto me dijeron.
Pero mi desnudez no tenía bolsillos para entonces.
Tampoco una memoria para el llanto.
He seguido la ruta de las aguas
en su afán de mar y de horizonte.
Y no puedo detenerme todavía.