Fue en la costa -quizá el primer verano
de fiebre aventurera-.
Nos conocimos en la pista
de alguna discoteca,
y luego paseamos por la playa,
bajo la luna, muy bebidos.
Recuerdo una pareja de la Guardia
Civil que nos dio el alto y un aviso.
Aquella noche se nos fue entre besos,
confidencias, miradas y caricias.
En el fondo, seguía siendo un romántico
y amaba de cintura para arriba.
Del amor solamente había tocado,
como del mar, la superficie.
Aunque podía pasar por un experto
buceador, aún era virgen.
No olvidaré su cara de sorpresa,
sobre un fondo de sábanas,
cuando por fin, casi a la amanecida,
la última noche me llevó a la cama.
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