De noche en noche más alto parecía
en la memoria ardiente el árbol de los sueños,
como si tú tuvieras de nuestra vida el fuego,
el poder de una hoguera.
Tantas y tantas veces
de este mundo irreal, prisionero y rehén,
con qué esperanza hoy veo el contorno vivísimo
del día, la realidad de un momento,
con qué avidez, con qué fervor distingo
la voz, la mano, el pecho.
Añadir un comentario