De «Santa deriva» de Vicente Gallego

Desvalido orgullo

Pues sabemos del viento,
la aristocracia somos, desvalida,
de lo que el viento lleva.

Somos sólo el cobijo transitorio
del arraigado sueño que en la pasión pervive,
y en la noble tarea de alimentar un sueño
nuestra vigilia apuesta su cumplimiento altiva.

Del desafío antiguo
la victoria se cobra, solamente,
donde lo sabe y canta nuestra fe:
en el nuevo vigor con que afrontamos
el renovado lance desigual.
Y en la noche invidente de los tiempos
que la conciencia alumbra, dolorosa,
nuestros ojos se abren a ese único día
que repite su aurora clausurada.

El destilado somos,
milenario,
de la sangre y del vino,
de una dura progenie esforzada y dichosa
por la que sabe, sorda, de su nombre la rosa.

* * *

El sueño verdadero

A César Simón, in memoriam

En el cenit del día
un derrumbe se escucha silencioso:
es el ínfimo estruendo
de la nube que quiebra su lograda figura
para ser de sí misma sólo un eco en lo alto.
Todo está en su solsticio,
en su plena apariencia mientras el sol lo abrasa.
Y a la herida del hombre su latido le presta
el frágil corazón de la que cree su hora
en la burla del tiempo.

Todo vive muriendo y, sin embargo,
qué arraigado saberse cierto y hondo
en la misma raíz del desarraigo,
qué morada a cubierto en la brusca intemperie,
qué verdad este sueño
cristalino de agosto.

* * *

Historia del amor

Un nítido recuerdo
del placer que hallé en ti suena sordo en la noche
como una campana.

Sola campana de mi noche sola,
dobla tú por el día
que de mi amor fue entero,
ahora que sólo soy de la irreal memoria
obligado inquilino.

Te dabas en la noche a la voraz y oscura
hambre mía de ti,
y era aquel apetito, no lo supe,
repugnancia de qué
repetido destino,
prevención inconsciente de esta hora.

En la más dura saña peleamos
de quien busca clavar sobre un cuerpo su cuerpo
por imprimir la sombra en otra vida
de lo que va perteneciendo al humo
porque fue de la llama.

Desatendemos hoy la llama juntos,
la que juntos prendimos,
la que nos dio calor, la que juramos juntos
conservar en su frágil crepitar melodioso.

De su música ardiente nos desvela en la noche
frío el eco dolido
de aquel sueño en su luto, de esta rota vigilia.

Un nítido recuerdo
del placer que hallé en ti
se dibuja en el aire contrariado
de mi vivo deseo
todavía.
Y al diablo me ofrezco por tu espalda desnuda.

¿Pero quién eras tú?
¿Y quién fue el que te amó?
¿Y por quiénes redobla, en la noche del otro,
esta sorda campana?

* * *

Oda

Tú eres canto de amor
bajo la piel traslúcida del día,
circulación del alma en las vistosas alas
de las formas terrestres,
destello que delata, jubiloso,
la condición solar de la materia.
Tú has sembrado en la noche
tu plateada flor iridiscente,
y es la muerte por ti una perla negra.

Tú eres alta embajada
del subterráneo fruto,
y está arriba tu sitio, en la fugaz
superficie lograda de las cosas:
brillo eterno del mundo,
rocío del mirar enamorado.

* * *

Venenos y remedios

Midiendo
con goteros
lo que aún me quedaba
de la sangre tenaz de la alegría,
se me pasó la noche.

Mientras la roja fiebre
trazaba su derrota
de pesados aceites y derivas,
yo me di a la congoja del que espera
ver su barco encallar.

Pasó la noche en pos de un rumbo oscuro,
y en la misma agonía,
en la intemperie alzada como un último techo,
fue buscándome el alba al fin la herida
para ofrecerme fiel su blanca venda
toda limpia de luz samaritana.

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