El amor es monstruoso.
Ya no recordamos
si alguna vez
fuimos otro distinto
de quien sólo existe
para escuchar una voz,
una exigencia brutal,
la dulzura inenarrable
de un ‘te adoro, te adoro, te adoro’,
un sarcasmo helado,
un sol bajo el cual
todo florece de nuevo.
(Cuando ella gritaba ‘loco’
y la espuma de su vientre
desbordaba fresca y ávida).
El amor es mortal:
te congela los pies
si huyes de él.
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