polvo serán, mas polvo enamorado.
Francisco de Quevedo
La cercanía infranqueable entre sus cuerpos.
Un puente de miradas donde se cruzan
y se separan.
En sus labios:
un vaivén de palabras o de silencios
no la lenta fragua del beso.
No el hondo goce
ni la dicha tersa
de las desnudeces enlazadas:
sólo el roce eléctrico
de los muslos que se adivinan.
Sólo el asombro de conocerse
en la esquina
de los tardíos encuentros.
Y el sueño donde quizá se poseen
al lado
de otro cuerpo que duerme.
Y el carbón del deseo
que ha de volverse sin duda
puro diamante
al precio de no haber sido nunca
los dos el mismo leño
la húmeda llama
en el lecho
de esta única vida.
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