Los mismos sitios y las mismas calles.
Días como tirados a cordel,
tan lisos y tan sin detalles.
Cual el tic-tac de un reloj,
isócrona la vida,
y monótono el latir del corazón.
El propio sol adormilado y yerto
echado como un perro junto al huerto;
las mismas puertas en los mismos quicios;
la campana de hoy que es la de ayer
y ha de ser la campana de mañana;
la eterna catecúmena campana
llamando a los idénticos oficios…
Senectud del monástico mutismo
de una vieja ciudad puesta en catálogo.
Y la lentitud de un diálogo
consigo mismo…
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