Su maldad cuenta el cínico, la abulta;
su aliento es miasma, su sonrisa hielo;
porque ocultar pretende con anhelo
el rudo arpón que el infeliz sepulta.
Y sus maldades el devoto oculta,
de santidad cubiertas con el velo;
pero al subir en éxtasis al cielo,
su negro corazón al cielo insulta.
La sociedad al cínico aborrece,
y es digno de piedad por desgraciado;
al santurrón respeta y enaltece,
y merece la horca por malvado:
porque el cínico el alma tiene herida,
y el hipócrita su alma corrompida.
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