Un Pájaro inocente,
Herido de una flecha
Guarnecida de acero
Y de plumas ligeras,
Decía en su lenguaje
Con amargas querellas:
«¡Oh crueles humanos!
Más crueles que fieras,
Con nuestras propias alas,
Que la naturaleza
Nos dio, sin otras armas
Para propia defensa,
Forjáis el instrumento
De la desdicha nuestra,
Haciendo que inocentes
Prestemos la materia.
Pero no, no es extraño
Que así bárbaros sean
Aquellos que en su ruina
Trabajan, y no cesan.
Los unos y otros fraguan
Armas para la guerra,
Y es dar contra sus vidas
Plumas para las flechas.»
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