El poeta pide a su amor que le escriba de Federico García Lorca

Amor de mis entrañas, viva muerte,
en vano espero tu palabra escrita
y pienso, con la flor que se marchita,
que si vivo sin mí quiero perderte.

El aire es inmortal. La piedra inerte
ni conoce la sombra ni la evita.
Corazón interior no necesita
la miel helada que la luna vierte.

Pero yo te sufrí. Rasgué mis venas,
tigre y paloma, sobre tu cintura
en duelo de mordiscos y azucenas.

Llena pues de palabras mi locura
o déjame vivir en mi serena
noche del alma para siempre oscura.

Comentarios sobre el poema


  • Éste, es uno de los sonetos más bellos de la serie, si nos ceñimos a su interpretación y prescindimos de los recursos usados en poesía, los dos primeros versos son de significado clarísimo, sin embargo, repasemos el 3º y 4º “y pienso, con la flor que se marchita, que si vivo sin mí quiero perderte” : es como decir, “como no recibo cartas de ti, pienso en mi tristeza, que si vivo sin esa unidad que somos tú y yo, mejor me muero” también podría variar la interpretación del 4º verso y que dijera “que si vivo sin ese auténtico yo, que soy junto a ti…” El segundo cuarteto habla por sí mismo, con alusión a elementos no vivos de la naturaleza como el aire o la piedra, en similitud con su corazón, el cual, si llega al desamor, al igual que los elementos inertes son indiferentes a la sombra, el suyo no necesita esa figura preciosa: “la miel helada que la luna vierte”, si para Lorca el elemento luna se ha considerado de forma clásica como símbolo de la muerte, ésta, destila un dulzor (reposo) pero frío al fin y al cabo (miel helada), una sensación placentera pero carente de vida.
    Y el primer terceto habla en pasado, es como si hablara desde ese desamor provocado por la ausencia de comunicación que ha dado lugar a esa indiferencia gustosa pero muerta. La figura del “tigre y la paloma” sobre el cuerpo de amado, es pura sensualidad en los propios contrastes de los intercambios físicos del acto carnal, al igual que “mordiscos y azucenas”, es la misma figura.
    Este desamor, esta superación de la pasión ha podido ser real, o imaginaria, porque si fuese real, el poeta no habría escrito el soneto, ha pensado en sus consecuencias y hecho alusión a ella. Pero en conclusión termina su último terceto, y vuelve a hablar en presente, y le dice otra vez que le escriba (“Llena, pues, de palabras mi locura”) o que lo deje, y vuelve otra vez al gusto sereno pero frío de la muerte, saltándose las reglas clásicas del soneto, en la rima, pues el 9º y 11º verso (venas y azucenas) no rima con ninguno del siguiente cuarteto, el penúltimo verso tiene 13 sílabas y el último, es de nueve. Sin embargo, yo pienso que no fue más que un despiste a la hora de escribirlo en un papel, o un error de transcripción, porque los dos tercetos podrían haber quedado perfectamente así:
    Pero yo te sufrí, rasgué mi vena,
    tigre y paloma sobre tu cintura
    en duelo de tu mordisco y azucena

    Llena, pues, de palabra mi locura
    o déjame vivir en mi serena
    noche del alma siempre oscura.

    De esta forma queda la estructura clásica perfectamente intacta.
    No se puede discutir la influencia de San Juan de La Cruz en el último verso del soneto, inspirado en esa “Noche oscura del Alma”

    Francisco Cuaresma


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