Érase un usurero dromedario,
de fina garra y de talento romo,
y no sé cómo al viejo estrafalario
ocurrióle volar sin saber cómo.
Provisto de dos alas de buen cuero,
por llevar adelante su tontera,
fue a la cocina, se subió al brasero,
dio un brinco, y… ¡tras!… rompióse la mollera.
Atronó con sus ayes la cocina,
profiriendo blasfemias bien ingratas,
y al oírias, furiosa una gallina,
que allí estaba ligada de las patas,
cacareando le dijo: calle, abuelo,
sufra el dolor y escarmentado quede,
que dar esas lecciones suele el cielo
al que quiere volar y andar no puede.
Hay necios aspirantes donde quiera,
que cuando suben llevan golpe insano,
o al caer aplicárseles pudiera
lo que dijo la polla al viejo vano.
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