Tú debes ser un ángel
de un edén que he perdido y no recuerdo.
Tienes la luz y aroma conocidos
de un mundo que he vivido, no sé cuando,
más allá de los bosques de mi infancia;
de un mundo amigo y dulce,
de una paz primitiva
que siento perdurar en los demás humanos,
y que a través de tu cristal aún miro,
en la luz de tus ojos.
Por esa luz me llega a este destierro
mi nombre, pronunciando con la cadencia vieja
de cuando yo era niño y me llamaban…
Son como las estrellas que mira un prisionero.
Sobre tu labio tienes, blancamente,
inminencia de vuelo de ala de mariposa.
…Ay, qué triste me pones;
resucitas mis tardes con la luz que tuvieron,
mis sueños por rincones,
mis anhelos difuntos,
aquel alma perdida.
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