Quiero cantarte hoy, amor mío,
con voz de cielo bajo el agua.
Tú me estás arrancando con la vida
esta canción, ay, ésta, la más tierna y amarga.
Tú me estás enseñando con la y ida
un paraíso de rosas y manzanas;
por tu mirada niña y tu voz sola
la primavera más antigua canta.
Aquí me tienes queriéndote tanto,
llorándote como una flor sin alas,
porque te vi, y ya no podré quejarme
si no encontré lo que buscaba.
¡Yo te busqué! Pedí al mundo y al sueño
una forma que me expresara,
y anhelé, sobre todas las cosas,
conocer la verdad de mi alma.
¿No existe nada, amor, que nos exprese?
¿Tu eres también también desesperanza?
Aquí estoy otra vez sin respuesta
mientras todo es tránsito y sueño y distancia.
Pero ya no podré quejarme
aunque me cieguen la mirada.
He visto en ti lo deseado
bajo la luz de la esperanza.
Ya te miré. No sólo el cielo
de lejanía inviolada,
el misterioso país de las formas
que enseñan ensueño y distancia.
No sólo ángeles y diosas
en la niebla azul de la fábula.
¡Sino también lo bello aquí,
la tierra hermosa y su abundancia!
Cada vez que la vida agita
como una brisa la pradera mágica,
miro pasar la belleza sangrando
música y besos y palabras;
entonces, amor mío, llega
la primavera casi extenuada,
y hace nidos en tus cabellos
para mis palomas y palmas;
entonces, amor mío, entonces,
todo en el mundo se prepara
para cobijarse en tus ojos
como un anillo en el fondo del agua
y surgen vivas en tu boca
todas las flores que esperaban.
¡Oh, noche de mi corazón
llena de pájaros que cantan!
¿Quién no querrá llorar de fuego
amordazado por mil guitarras?
¡Amor! ¿Quién no te verá entonces
durmiendo en brazos de la nada?
Cuando dos horas de flor joven
van a juntarse o se separan,
cuando la última pared se rompe,
nos asomamos otra vez al alma.
Hemos llegado ya a la cima,
desdoloridos y sin ansia.
Pero esperamos descanso y respuesta
y vemos sólo otra vez distancia.
Aquí me tienes aún mirándote,
soñándote con la nostalgia
de no haberte visto en la vida.
Aquí tienes mi herida esperanza.
¡Ese soy, sobre nuestra muerte!
¡Roto en la luz de tu mirada!
¡Llorando, soñando por ver
a través de tu forma mi alma!
Voy a sentarme junto al río,
y miraré pasar el agua.
Te vi. Ay, de mí. No diré
que no encontré lo que buscaba.