Piadosos los amantes somos; culto rendimos
a todos los demonios, a todo Dios honramos.
¡Iguales a vosotros, romanos triunfadores!,
que en Roma a todos ellos ofrecisteis albergue;
a los egipcios, templos de nocturno basalto,
de blanco alegre mármol a los dioses de Grecia.
No habrán, pues, de enojarse, si en honor de uno de ellos
quemamos un incienso raramente preciado.
Porque, no lo negamos, a un dios especialmente
cada día dedicamos nuestras preces e incienso.
Gravemente joviales, en secreto oficiamos,
y diz que tal secreto al iniciado cuadra.
Antes de las Erinnias la furia arrostraríamos
antes sufrir querríamos de Jove los rigores
en la rueda y la roca, que del grato servicio
amoroso perder el gustoso entusiasmo;
la diosa que adoramos se llama la Ocasión
y mostrársenos suele con mil varios aspectos.
De Prometeo pudiera la hija ser y de Tetis,
que con astucia varia engañaba a los héroes.
Ella también éngaña al inexperto y sandio,
al dormilón esquiva y al vigilante ayuda,
pero solo se entrega al activo y osado;
con él vuélvese mansa y cariñosa y tierna.
Yo también pude verla; es morena, y copioso
su negro pelo cubre su frente en demasía,
enroscándose en rizos en torno a su garganta,
y en no peinadas ondas junto a sus sendas sienes.
No me paré a pensarlo; cogí a la fugitiva,
y mis besos y abrazos, experta, devolvióme.
¡Qué dichoso sentirme! Pero pasó aquel tiempo,
y de romanos lazos ahora ya libre estoy.
Elegías (4) de Johann Wolfgang von Goethe
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