Es un embrión varón el ser que extrajeron los médi-
cos.
Sabemos que crecerá con una luz violeta en una
máquina y que su madre vendrá todos los días.
Sabemos que el corazón pequeño del durmiente está
agitado como una nube negra y que se chupa el pul-
gar y juega con los líquidos.
Tiene un ojo sin párpado con sueños estelares y cen-
tellea su piel como la de los peces.
Sabemos que domina el blanco en su cabeza y un
manantial azul resuena en su cianosis.
Sigilosamente, alguien desconecta la máquina y la luz.
Ha muerto dulcemente envuelto en unas heces más
negras que la tinta.
Su madre la ha traído un pañal y un trajecito de hombre.
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