En el grito de libertad de Anastasio de Ochoa

Ya la noche serena
Su carro silencioso
Del cielo a la mitad alzado había,
Y de pesar ajena,
Adormecida en plácido reposo,
Naturaleza por do quier yacía;
Solo yo no dormía,
Solo yo, que de penas guerreado
En soledad velaba,
Y triste repasaba
Los males que a mi patria han devorado
Desde que hundida en servidumbre y penas
Arrastra del ibero las cadenas

Mientras que sumergido,
Mil ayes despidiendo,
Estaba en mi dolor, la noche oscura
Su curso no sentido
Lentamente seguía, y no pudiendo
Resistir al pesar que el alma apura,
Ríndeme el amargura,
Y quedo aletargado y sin aliento.
Entonces de repente
En luz resplandeciente
La estancia toda iluminada siento,
Cual en florido abril suele a deshora
Quedar el prado al asomar la Aurora.

Los atónitos ojos
Alzo, y absorto veo
Una beldad que por deidad tuviera,
Si en los tristes despojos
Del fausto antiguo, e imperial arreo
A mi patria infeliz no conociera;
Mas ¡ay! cuan otra era
De aquella que en un tiempo ser solía,
Cuando de la apartada
Europa barruntada
Apenas fuera, y sola se regia
Rica, grande, feliz, y sin el yugo
Que al bárbaro español ponerla plugo!

Ahora, perseguida
Por la pesada mano
De fieros y despóticos caudillos,
No ya la sien ceñida
Del brillante diadema soberano,
Ni de coral al cuello rojos brillos
Lleva, sino de grillos
Profundas huellas que su planta afean:
Descompuesto el plumaje
Y sin aliño el traje.
Sus naturales gracias no hermosean,
Ni cual conviene a su imperial decoro
Lleva calzado el pié de grana y oro

Desgarrado traía
El finísimo manto,
Y de gravoso hierros abrumada
La mísera venia.
Tal a mis que anublaba el llanto
La América, otro tiempo afortunada
Se ofreció, no esperada.
¿Mas cuál ¡o cielos! fue mi asombro, cuando,
Creyendo hallar enojos,
En sus divinos ojos
Vi el júbilo brillar? Ella observando
Mi turbación, mirome placentera,
Y el labio desplegó de esta manera:

«Deja tu llanto, dijo,
Y lejos de tí lanza
El amargo pesar; solo alegría
Y gozo y regocijo
Tu corazon inunden: la esperanza
Tornó a nacer en mi que ya perdía.
¡O venturoso día!
¡O HIDALGO generoso! ¡o hijo mio!
¡Mi gloria y mi recreo!
Ya mi ignominia veo
Trocada en gloria por tu ardor y brío.
Tú al ver cual en dolor mis hijos gimen,
Vas a tronchar los hierros que me oprimen.»

«El placer que me anima
No es un placer soñado.
¡O LIBERTAD! ¡o gozo en que me inundo
El tiempo se aproxima,
De mi tan vivamente deseado,
En que torne a ser libre el nuevo mundo.
Cual Febo rubicundo
Que en las ondas bañado, de las nieblas
Rasgando el pardo velo
Alza su faz al cielo
Y deshace las lobregas tinieblas;
En mi horizonte así la hermosa llama
Brilla de LIBERTAD que HIDALGO aclama.»

«¡Oh! ¡Cuán preciosos dones
Derramará ella ahora
De mi anchuroso suelo en la distancia!
De mis vastas mansiones
El comercio y la industria afanadora
El ocio lanzarán y la ignorancia.
La común abundancia
Dulce fruto será de su influencia
Y mi clima dichoso
Florecerá abundoso,
Virtud brotando, actividad y ciencia,
Y entónces finarán las ansias mías.
¡Acelerad, o cielos, tales días!»

Dijo, y al aire puro
Se alzó la ninfa hermosa
Dejando en mi alma júbilo infinito.
Yo al instante procuro
Nueva comunicar tan venturosa;
Mas de México todo en el distrito
El generoso grito
Iba ya del sacro héroe resonando;
Y mas y mas creciendo,
Do quiera repitiendo
Iba el eco el clamor de heróico bando,
Que ardoroso clamaba en voz festiva
¡Viva la LIBERTAD! ¡la patria viva!

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